En nuestro caminar con Cristo, muchas veces oramos para que Dios cambie nuestras circunstancias… pero Él también quiere cambiar nuestras palabras. El poder de Dios ya está en nosotros, y una de las formas más visibles en que ese poder se manifiesta es a través de lo que decimos.
Jesús dijo que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).
Cada palabra que sale de nuestra boca revela lo que hay dentro de nosotros. No se trata solo de decir “no quise decir eso”; en realidad, muchas veces sí lo quisimos decir, pero no nos gustaron las consecuencias. Por eso, Dios nos llama a tomar responsabilidad por nuestras palabras y permitir que Él transforme nuestro corazón, porque cuando el corazón cambia, cambia también el vocabulario.
Todos recordamos frases que nos marcaron:
“Eres un burro.”
“Nunca vas a lograr nada.”
“Nadie te quiere.”
Esas palabras dejaron huellas profundas en muchos de nosotros. Pero el poder del Evangelio es que Dios puede romper esas cadenas y darnos un nuevo lenguaje: uno que bendice, anima y edifica. Si no rompemos esos patrones, corremos el riesgo de repetirlos con nuestros hijos o nuestra pareja.
Podemos ser instrumentos que levantan y sanan, o voces que hiere y atan. Efesios 4:29 nos exhorta:
“No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para los que las oigan.”
Reconoce lo que sale de tu boca.
Pide a Dios que transforme tu mente y corazón.
Habla vida: palabras que bendicen, animan y traen esperanza.
Calla cuando sea necesario: a veces el silencio es sabiduría.
El mismo poder que resucitó a Jesús está obrando en nosotros. Si ese poder pudo levantarlo de la muerte, también puede cambiar nuestra manera de hablar.
¿Estoy marcando a mi familia con palabras de vida o de muerte? ¿Qué necesito permitir que Dios sane en mi corazón para que mis palabras cambien?
Cada día tenemos la oportunidad de hablar vida o muerte. Que nuestras palabras sean un reflejo del poder de Cristo en nosotros — palabras que sanan, restauran y edifican a quienes nos rodean.